Durante toda la vida he tomado fotografías. No recuerdo cuando fue que recibí mi primera cámara, pero era bastante pequeño cuando mi abuela me envió una Kodak Brownie para mi cumpleaños. Más tarde, mi tío me regaló una cámara alemana de visor bastante buena que utilicé para capturar esas ocasiones importantes de familia y los lugares de interés, exóticos para mí en esa época, de las viejas ciudades europeas que a veces visitábamos durante las vacaciones escolares. Luego tuve un par de cámaras réflex japonesas y una vieja Leica, un caballo de batalla que me ha servido por más de cuarenta años.

El trabajo de galerista a menudo requería el uso de una cámara instantánea, y durante años utilicé una Polaroid. Cuando aparecieron las cámaras digitales probé varios modelos para la galería, actualizándolos a medida que mejoraba la tecnología. No obstante, para mi propio trabajo seguía con mis cámaras de 35 mm, positivando y ampliando los negativos en mi cuarto oscuro. Desde 2010, seducido por los nuevos sensores de gran formato y los avances en impresión ahora disponibles, he trabajado casi exclusivamente en formato digital, escaneando viejos negativos e imprimiéndolos con tintas de archivo.

Hace años, en Brasil, trabajé de fotoperiodista, vendiendo mis imágenes a revistas, a veces acompañadas de artículos, y en ocasiones han sido exhibidas. Pero en su mayoría, muy pocas personas las han visto, son imágenes capturadas para mi propio deleite.