Sobre el pequeño pueblo de Taray, a orillas del río Vilcanota en el Valle Sagrado de los Incas, se encuentra el antiguo molino de Urpihuaylla. Durante varios años en la década de 1970 fue mi hogar.
Cada octubre bajaban los aldeanos de las vecinas montañas para celebrar con los tareños la fiesta de la Virgen del Rosario, participando en la Qhapaq Qolla, una danza popular en honor de la virgen con saqras—diablos danzantes—en una versión andina de la fiesta medieval española de Moros y Cristianos representando un simulacro de batalla donde los indios, con máscaras y atuendos del siglo XVII, conquistan a los blancos y mestizos, verdaderos doppelgängers de sus antiguos enemigos.