Es de noche y hace un poco de frío. Las calles están tenuemente iluminadas con antorchas y brillan los caracoles rellenos de aceite, pegados con barro a las paredes. Entonces oyes los tambores, su lenta cadencia cada vez más fuerte a medida que avanza la procesión. Portando velas, los nazarenos pasan lentamente, al ritmo de los tambores. La Danza ha comenzado.
Aterrorizados por la muerte que le seguía los pasos a la Peste Negra, una epidemia que asoló el continente europeo durante el siglo XIV ocasionando la muerte a entre una cuarta parte y la mitad de la ciudadanía, los supervivientes crearon la Danza de la Muerte, una alegoría sobre la fragilidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte que acecha a todos, sin distinción de edad o posición social. El temor a perder los placeres terrenales y la posibilidad de un fin doloroso y repentino agudizó el sentimiento religioso de penitencia, desatando al mismo tiempo un espectáculo irreverente, donde los ricos y poderosos comparten con los pobres el terror al inevitable destino.
En España, la última Danza de la Muerte sobrevive en la población ampurdanesa de Verges, vinculada desde el siglo XVII a la procesión de Semana Santa. Gran parte de la población de un poco más de mil habitantes participa en este espectáculo, donde las calles del pueblo son escenario de la representación del último viaje de Jesucristo al Calvario, escoltado por tropas romanas, hebreos impenitentes, nazarenos y los danzantes, presagios y burladores de la muerte.
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Las fotografías son pigmentos de archivo sobre papel Hahnemühle Photo Rag Pearl 320 gr. en una edición de 10 + 2 copias de exposición y miden aproximadamente 36 x 55 cm. Otras versiones existen en gelatina de plata de diversas medidas.